Post publicado en italiano el 26/11/2017
A pocos días de la semana de la cultura italiana en Cuba, casi viene natural hablar de la comunidad italiana en Cuba. Me corrijo: puedo hablar en general solo de la comunidad habanera y, en todos casos, por sensaciones y aproximaciones. Los italianos se pasan de lado entre ellos. Raramente se comunican. Parece como una diáspora de perros callejeros. Perros mordaces en muchos casos, que han llevado al Caribe un contenedor lleno de toxinas y de miradas hostiles.
No todos. No siempre. Está claro. Pero los reconoces de sus
forum virtuales, de sus jactancias reales: todos en eterna competencia, todos
inscritos al campeonato de quien es el más pillo, de quien no paga a las
mujeres, de quien come con un peso, de quien duerme con tres pesos, de quien
conoce lo que cuenta, lo del escolta de Fidel. Esto es algo importante, hay que
parar un momento: todos los italianos conocen uno que era escolta de Fidel.
Niños, mujeres, cojos, muertos, todos eran escolta de Fidel, algunos eran su
brazo derecho. Hay dos opciones: o Fidel tenía un escolta grande como todos los
habitantes de la Víbora o está repleto de italianos infladores. Tengo la
sospecha que la opción correcta sea la segunda. Claramente las jactancias
italianas no se limitan a los forum y a Facebook sino excavan todavía
peligrosos caminos en los oyentes cubanos más ingenuos. Se te llena el corazón
de ternura cuando ves hombrecitos jorobados y canosos, arrancados del gris
deprimido de la provincia italiana, jubilados destripados por la monotonía de
la tercera edad y por la páginas de las revistas pornográficas que se hacen los
grandes empresarios, los poderosos. Quisieras decírselo a la desgraciada que lo
acompaña, al desgraciado, a quien sea, que ese punto, digno de toda nuestra
piedad, sea claro, no es nada más que su pelo mal pintado, que su párpado flojo
como un Fila Brasileño. Que detrás de ese arete que se ha enganchado de prisa
junto al tinte caoba que lo convierte en la copia móvil de un buró Luis XV, no
hay nada. Seguramente no hay el dinero ni los escenarios que la desgraciada
sueña. Lo que la tiene hipnotizada y paciente. Detrás de esa empalizada
chirriante hay, cuando más, algunas singadas difíciles, promesas infames,
sobredosis de Viagra, tic de caudillo fuera de tiempo, de edad, de rol. Y
mentiras. Muchas. Las mentiras son constantes. Los italianos son perros
infladores. Avergonzados de su propia trayectoria aquí. De las humillaciones
que quisieran entregar al olvido. Aquellos desplumados por la familia de ella.
Aquellos masacrados por los compromisos. Aquellos que han construido un nuevo
barrio de La Habana para pelotones de primos y chulos y luego han regresado a
Italia gracias a una humillante colecta de ex amigos de la secundaria. Aquellos
que se inventan viajes de exploración laboral
solo para recordarse como era cuando una mujer se daba cuenta de que tu
existías.A pocos días de la semana de la cultura italiana en Cuba, casi viene natural hablar de la comunidad italiana en Cuba. Me corrijo: puedo hablar en general solo de la comunidad habanera y, en todos casos, por sensaciones y aproximaciones. Los italianos se pasan de lado entre ellos. Raramente se comunican. Parece como una diáspora de perros callejeros. Perros mordaces en muchos casos, que han llevado al Caribe un contenedor lleno de toxinas y de miradas hostiles.
Tienen lugares. Eso lo sé. Uno es la dulcería debajo del hotel
Inglaterra, delante del Parque Central en La Habana Vieja. El bar sería también
bonito pero ya está en sus manos. Hectolitros de tintes, injertos de canteros
del Wembley stadium en la cabeza, tatuajes de guerreros desfigurados por la
grasa que se han convertido en bocetos equivocados del Guernica. Haraganean
allí. Se cuentan entre ellos de legendarias conquistas. De existencias que solo
a imaginarlas por treinta segundos te lleva a besar tus conjuntos y decirles
entre lágrimas: "podía irnos peor... también mejor, claro, pero también
peor, créeme, mucho peor...".
Hay
solo estos italianos en Cuba? De verdad? No, tranquilos. Me gustaba demorarme
un rato en esa italianidad tragicómica. No. Por suerte hay también buena gente.
Gente interesante. Empresarios verdaderos. Artistas verdaderos. Jubilados
serios. Trabajadores. Me gustan mucho los que en Cuba se han dado una segunda
oportunidad. Una segunda oportunidad para ser mejores. O para perseguir sueños
incumplidos. Conozco personas que han empezado a estudiar de nuevo. Conozco uno
que a 70 años ha decidido de hacer el director de películas y entonces ha ido a
estudiar en San Antonio de los baños con los muchachos de 20 y pronto va a
rodar una película. Hasta conozco uno que en Cuba ha decidido de ponerse a
escribir seriamente y le han publicado unos cuantos libros... Segundas
oportunidades. Las que solo poca gente se concede. En una rara mezcla de valor
e inconsciencia.
En
fin, dentro de poco empieza la semana de la cultura italiana y es una
oportunidad para interceptar algún ejemplar de esa rara especie de animales
heridos que son los italianos. No tengan miedo, no muerden. No todos.
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